Hasta el infinito, y más allá
Nuestra idea en un principio era visitar las cataratas de Iguazú y/o la ciudad uruguaya de estilo colonial de Colonia (que le pega el nombre, viste!), pero debido a la Semana Santa, que aquí llaman Pascua y en Uruguay, mucho más honestos, llaman "semana turística"; no ha habido manera, todo copado, ni un solo pasaje. Ante la idea de quedarnos otra semana más en BA, que a Héctor le habría encantado, tomamos medidas drásticas y el domingo a las 9 de la mañana estábamos en un avión camino de Ushuaia, con escala en El Calafate.
La pampa vista desde el aire, es un inmenso desierto de colores marrones parduzcos, arbustos diseminados y algún que otro río serpenteante que forma bonitos meandros. Ni una alma, ni un animal... nada! Miles de kilómetros cuadrados en los que, según nos comentó un autóctono de BA, hay zonas que el hombre aún no ha llegado a visitar.
Llegando a El Calafate la cosa cambia, y no porque haya casas o vegetación, sino porque se puede apreciar la cordillera de los Andes en todo su explendor, con sus cumbres nevadas entre las nubes, y su lagos de un verde inverosimil. Lástima de aviso (apaguen todos sus aparatos electronicos que vamos a aterrizar) y nuestra cumplida obediencia, porque al final no sacamos ninguna foto...
Desde ahí al Fin del Mundo, Ushuaia. Si tienes la suerte que tuvimos nosotros, y al menos tienes un cielo con nubes y claros, es para cortar la respiración. A la visión de las cumbres nevadas, porque esto es el tramo final de la cordillera andina, hay que sumar bosques multicolor que cubren sus laderas hasta cierta altura, salpicando el paisaje de verdes, marrones, ocres, y tonos rojizos que, a vista de pájaro, crean un mosaico espectacular. Todo ello circunvalando la bahía con un agua cristalina que lo refleja todo, incluyendo el cielo azul intenso.
Las pista de aterrizaje es una legua de tierra sobre el mar, que parece construida artificialmente y tiene apenas unos metros más por cada lado del asfalto, pero su orientación obliga a los aviones a dar una vuelta por toda la bahía, lo cual se agradece incluso con la prohibición de hacer fotos, que esta vez nos saltamos.
Aterrizamos por fin en Ushuaia pensando que los del The Weather Channel no tienen ni idea y dando gracias por ello, pero pronto nos daríamos cuenta de que no todo el monte es orégano...
Pat Garret.
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