lunes, mayo 15, 2006

Santiago de Chile

(05/05/06)

Llegamos a Santiago a sobre las 9:30 de la mañana el viernes siguiente y tras intentar obtener un plano de la ciudad y unas recomendaciones básicas sobre qué visitar en una oficina de información y turismo, nos topamos con algo que nos devolvió a la tierra, no sólo no te dan un plano sin pagar, sino que además, no te informan de nada que no sea un tour vendido por ellos... bueno, en una sí nos dieron algo de información que ya sabíamos por la guía del Lonely, pero del plano ni hablar.

Intentamos localizar a un amigo de mi hermana, pero fue imposible, así que después de esperar hasta la una y media pasadas, nos alojamos en la Casa Roja, un hostel hubicado en una antigua casa colonial reacondicionada, con altos techos, amplias salas de estar y pasillos, patio trasero en el que el verano que viene acabarán una piscina, y un tío algo pesado y resabido que nos intentó colocar por activa y por pasiva uno de sus tours, "haciéndonos descuentos" y poco menos que un favor!! No lo consiguio.

Santiago es una gran ciudad "con todo lo malo y lo bueno que eso conlleva", como dice Héctor, pero a mi que las ciudades por lo general ni me van ni me viene, sólo me pareció una ciudad gris, llena de coches, de gente intentando aprovecharse del turista en todas sus posibles expresiones (gorrillas, gente pidiendo, gente que te ayuda a meter y sacar el equipaje de los autobuses y taxis en las terminales... lo típico), un centro económico peatonal y superturístico alrededor de la plaza de Armas, y por encima de todo y de todos, la nube!

Hubicada entre la precordillera de los Andes y otra cordillera más pequeñita hacia la costa, en Santiago no corre un soplo de viento y toda la polución de los inumerables autobuses (el tranporte público es como un ejército y hay más micros que coches) se queda flotando sobre la ciudad impidiéndote ver la cordillera de los andes y dando la sensación de que cada bocanada que aspiras un mierda reconcentrada. Según los propios oriundos, es como estar en un pozo, y a por lo visto durante el invierno suelen tener alarmas de contaminación y prohiben a los coches con tal o cual matrícula circular. Esto se arregla cuando llueve, que las gotas arrastran al suelo parte de la nube, pero ocurre muy pocas veces, y a nosotros no nos a tocado.

Visitamos el museo de bellas artes, que por cierto estuvo muy bien gracias sobretodo al realismo esculturas en marmol que se exponen (creemos que una de ellas puede ser el original de la estatuilla que se utiliza en los premios Goya). Nos pasamos también por la casa La Chascona, una de las tres casas de Pablo Neruda, que hoy día, convertida en museo, ofrece un recorrido por sus habitaciones repletas de colecciones de todo tipo de objetos de lo más variopintos, y por la vida del poeta, contada por un guía muy simpático.

En general la comida que hemos encontrado en Chile, excepto gloriosas excepciones pescadiles, es peor que en Argentina, al menos para mi gusto, pero llega a extremos de incomprensión cuando te das cuenta de que lo que más se oferta en la capital son hiperperritos calientes con inumerables salsas por encima, que hacen que la salchicha no sepa a nada. Tanto es así que nos planteamos la inutilidad de gastarnos una cantidad razonable de plata en comer, ante la obviedad de que no lo íbamos a disfrutar. Supongo que por 60 euros habríamos comido de vicio en algún restaurante 5 tenedores, pero esa no era la idea.

No es como Roma, pero en la ciudad hay varios cerros de distinto tamaño que te permiten admirar el paisaje... si tienes rayos X y puedes atravesar "la nube", y nosotros no tenemos, así que después de meternos una buena sudada (por el día andamos en manga corta bajo un sol de justicia y en un ambiente de lo más seco) para ascender a pie al cerro San Critobal, nos cercioramos del desastre y nos planteamos el futuro de las grandes ciudades como lugares supercontaminados con grandes problemas de salud. Sé que me estoy poniendo trágico, pero es que después de ver lo que he visto, de lo único que te quedan ganas (a mí al menos) es de salir lo antes posible de la ciudad y buscar algún otro sitio en el que al menos no veas la polución, aunque te la tragues igual.

Conseguimos localizar a Juan Pablo y acabamos durmiendo 2 noches en el suelo de una de sus habitaciones, en su casita de un barrio periférico y un tanto posh al que sólo llegaban los buses, porque para el metro estaba muuuuy lejos. Nos indicó algún sitio al que ir a cenar y tomar algo, pero sus compromisos le impidieron acompañarnos. Precisamente nosotros pretendíamos quedar con él para que alguien del lugar nos enseñase la ciudad, así que fiasco total y dolor de huesos debido al frío y la dureza de "la cama". Nuestro gozo en un pozo.

Por fin, con gran alegría por mi parte, el lunes salimos de la terminal de buses camino de Valparaiso, "ciudad de vacaciones".

La crónica es bastante negativa, a pesar de algún barrio interesante por el que anduvimos, algún parque, mercadillo y la parte de los museos, pero así me han parecido las cosas, y así se las hemos contado.


Pat Garret.