lunes, mayo 15, 2006

Valparaiso, ciudad de vacaciones

(08/05/06)

Sólo son 120 kilómetros, unas dos horas, y el viaje ha sido de día, pero no he podido evitar caer dormido, con lo cual, del paisaje, más bien poco...

En la terminal de autobuses, y tras rechazar algunas ofertas, nos decantamos por una especie de casa de huespedes que nos llamaba tras los grandes ojos azules de una chica en una casetita. Ahora entiendo porqué muchos anuncios rezán "se precisa chica con buena presencia para..." Ayudó el precio razonable, el desayuno incluido y el baño privado en la habitación. Otra casa grande reformada para admintir clientes, en la que en dos días no hemos conseguido que el agua caliente funcione adecuadamente, y al no disponer la habitación de ningún tipo de aparato calefactor, hemos estado casi todo el tiempo debajo de las mantas mientras, eso sí, disfrutábamos de televisión por cable por primera vez desde que abandonamos España. De todas formas, y no me arrepiento, no la hemos aprovechado.

Valparaiso es el puerto de Santiago. Através de esta población se realiza todo el transporte marítimo de la capital y en el puerto se pueden observar grandes cargueros con infinidad de containers, así como un par de fragatas del ejército y otro buque mayor que no identifico. Se asienta en una zona con inumerables cerros que se unen entre sí, con lo que la ciudad queda dividida en dos partes fácilmente identificables: la parte alta y la parte baja. Ambas están comunicadas por intrincadas calles en cuestas con grados de inclinación como la Real Vieja de Sanse (para que os hagáis una idea), y por unos 16 ascensores que, por el módico precio de 100 pesos chilenos (unos 15 céntimos de euro), te suben o te bajan. La gente se mueve en los ascensores y los turistas también; la diferencia estriba en que nosotros tiramos fotos...

Como ya dije hay cerros, pero no hay discontinuidad en las construcciones. Todos ellos, desde el nivel del mar hasta la última punta que la bruma te deja ver, están salpicados decasitas de colores que se amontonan unas sobre otras como si de un tetris se tratase. Si hay un hueco vacío en el que no parece posible contruir, se ponen unos pilares de cemento visto de la longitud necesaria (algunos de hasta 10-15 metros) para llegar al nivel deseado, y se construye sin problema alguno. Algo digno de ser visto. Aunque la mayoría de estas casa son viejas y algunas tienen apariencia casi de chabola, algunas otras según el cerro son bastante "pijas", por decirlo de alguna manera.

El mercado también nos gusto por la diferencia con respecto a cualquiera de los que yo conozco. En un viejo edificio rehabilitado y pintado en colores amarillo mostaza y rojo, y en sus calles adyacentes, se amontonan puestos con toda la mercancía al alcance de la mano, el ojo y la nariz. Al igual que con las casa de los cerros, la mezcla de colores es apabullante, y no menos atrayente que la mezcla de olores. Verduras, pescados, carnes e incluso animales vivos (conejos y gallinas), se reparten en sectores. La gente ofrece su producto a gritos, los pescaderos se encuentran constantemente limpiando el género y exponiéndolo sobre tablones abierto en canal, mientras los cangrejos luchan por huír de su propio cementerio. Unos pasos más allá se venden todo tipo de flores, otra zona del mercado es de venta el por mayor, un ciego no tan ciego menea una taza de metal al "oler" a Héctor... Pulpos"gigantes", sierras, reinetas (un tipo depescado carnoso y casi sin espinas que nos resultó semejante al emperador... pero mucho más jugoso), calabas, batatas, cordero... Todo barato oígaaaa!!!!

Como en Santiago, las calles vienen copadas por micros, y para nuestra sorpresa, algún que otro trolebús. Da igual, el humo que crean todos ellos en las calles principales te invita a no respirar por tiempo ilimitado, porque cada inhalación te hace sentir como la contaminación entra directamente a tus venas.

Sin embargo lo que más nos fastidió fue la bruma, que bajo las temperaturas haciéndonos volver a vestir chaqueta, y no nos dejó ver en ningún caso el final de los cerros. El sol no nos acompaño en los dos días, con lo que los paseos por los miradores perdieron algo de encanto... pero no todo.

El miércoles salimos hacia Mendoza a las 15:30 en un autobús con escala en el pueblo de Los Andes, dejando atrás Chile, o eso creíamos nosotros...